En un futuro no muy lejano, un astronauta mexicano explora los vestigios de un planeta que comparte algunos rasgos con las civilizaciones mesoamericanas conocidas. En sus ruinas encuentra la respuesta de sus propios orígenes.
Se trata de una metáfora que reflexiona sobre la identidad más allá del tiempo, los signos que nos son reconocibles porque voluntariamente los mantenemos como fundamentos de nuestra estructura identitaria. ¿Qué nos hace mexicanos? ¿Qué nos hace humanos? El hecho de preguntarnos es de por sí un rasgo único de nuestra especie, el cómo hacerlo ya nos diferencia.




