La obra está compuesta por dos elementos: El cráneo de buey, que representa lo divino en un eterno presente (que hace eco en el pasado y se proyecta hacia el futuro)
y el tapete ornamentado, que representa la fragilidad humana y lo efímero de su permanencia.
En la exhibición, los espectadores pueden pisar el tapete, que, aunque no está prohibido, tampoco tiene indicaciones de hacerlo. En resumen: son libres de transgredir o no un orden evidente.
El resultado generalmente es la destrucción paulatina del tapete, primero la gente camina sobre él tímidamente, y mientras más se transgrede, se va destruyendo más rápido.





